jueves, 30 de diciembre de 2010

Destino de Vuelo. Madrid

Es nuestra primera mañana en Madrid. Después de viajar por horas llegamos finalmente casi a las 5 de la tarde al Aeropuerto de Barajas, nuestro llegada no fue de lo más "guay"ya que primero el puto avión nos vendía la comida, por lo tanto no comimos nada y en segundo lugar sufrimos los embustes del destino con una maleta perdida que luego de poco rato, gracias a la obra de los astros, recuperamos.
Nos dimos vueltas como idiotas con nuestro cerro de maletas por horas en el aeropuerto, discutimos, nos caímos, chocabamos con las cosas gracias a nuestro enorme equipaje, hasta que finalmente entramos al mega metro de Madrid y luego de un buen andar (Y cambiarnos un par de veces de línea) llegamos a Antonio Machado y Angel nos estaba esperando. Luego ya todo se puso más contento: Un poco de cerveza, un poco de comida, guitarras y una buena conversa, cerraron una primera noche en Madrid de lo más mejor. Sentimos que la suerte que tanto nos desearon familiares y amigos, si que si está haciendo su trabajo!

Por hoy lo primero será comer y luego ya veremos... tenemos tanto por ver.

Siento que aun estoy allá con ustedes, despidiéndome de otro que no es el Jose y no soy yo. No me siento lejos, solo siento algo de frio...
Los quiero a todos!
a todos.

martes, 21 de septiembre de 2010

Compañeros de lo Antiguo


Buscamos adornos, marcos de cuadros, frascos, libros, ropa, tela, teléfonos, muebles y fotografías.
Adornamos nuestra casa del Cerro y muchas cosas quedaron sin estrenar.
¿Recuerdas lo difícil que fue para ti mirar otra casa y el temor que te producía que la que tanto te gustaba de un momento a otro se arrendara?
Nos bastó verla por fuera para saber a ciencia cierta que esa casa, la roja del cerro, sería nuestro hogar, el primero de todos para lo dos juntos.
Escuchábamos el Supercristo, nos poníamos nuestro overoles y nos aventurábamos al mundo de los colores, ¡Que linda quedaron las puertas y los marcos de las ventanas! Que hermoso se veían los muebles con sol en esa casa, que maravilloso olor era la mezcla de cera con la viruta líquida. Los colores, tanta cantidad de olores y colores.
Fuimos felices junto a la Amara, Cristian y mi Mamá, los primos, los amigos, las familias…los fuegos artificiales.
Todo cambió junto al temblor y en esa oportunidad te escribí:

Hoy nos vamos, pero las cosas que buscamos y encontramos nos seguirán a cualquier lugar, nos esperarán el tiempo que sea necesario, aunque se llenen de polvo.
No importan los lugares, Valparaíso siempre existirá.


Yo no tengo miedo (bueno, no tanto) a la aventura que libre y responsablemente nos hemos propuesto vivir, quedan tres meses y ya siento un poco el peso de la nostalgia frente a las cosas que hemos vivido acá o allá, nuestra casas del cerro y de la gran ventana. Las familias y las cosas nos han acompañado este tiempo acá, pero de un momento a otro tendrán que dejar de seguirnos para que podamos caminar solos.
¿Dónde quedará Anacleto o los pequeños Valentín y Jesusa? No quiero que estén arrumbados esperándonos en el tiempo, quiero que vivan sus vidas mirando las cosas desde el puesto que deseen estar, quiero que ese teléfono naranja alguna vez vuelva a funcionar y deseo más que nada que tanto la Margarita como el Rigo nos acompañen por las calles, sea en la ciudad que sea.

Lo que verdaderamente quisiera llevarme no me lo puedo llevar, sin embargo, me contento con poderla disfrutar todo este tiempo las veces que ella quiera acostarse a mi lado y roncar.

No me importa donde viva mientras esté contigo, ya lo sabes Jose eres tú y sólo tú quien pone el color Violeta a mi vida.

martes, 20 de julio de 2010

Humano Arrepentido.


¡Carajo! Que miedo tengo de abrir esa puerta. No se en que minuto se me ocurrió dejar eso por tanto tiempo en aquel lugar. Nos pasó por exagerados con el Jose y aquella brutal condición se ha manifestado en que hoy por hoy seamos una especie de padres creadores de una rara civilización que se esconde tras dicho lugar. Su fecha de elaboración data de la segunda semana de Mayo, si sacamos la cuenta dos meses no es cualquier cosa, es más, me atrevería a decir que este tiempo se traduce en el más sincero gesto de generosidad dado por los habitantes de esta casa (Jose y yo, claro) para con seres de otra galaxia.
Es que como explicarlo sin que piensen que las costumbres higiénicas de esta casa son de lo más escandalosas. Osea, claramente si esa puerta fuera la entrada de un restorán, no pasarían ni por si acaso la visita municipal que regula la sanidad, para nada y estoy segura que en menos de lo que me demoro en decir “pero” la autoridad decoraría con un bello cartel con letras claras y pomposas la exclamación ¡CLAUSURADO! la entrada de mi casa.
En fin… antes que piensen lo peor de mi y vomiten sobre sus lustrosos teclados, aclararé que nada más dentro de las paredes de mi hogar luce como luce allá adentro, lo juro con mi vida. Ni mi nombre es Virginia ni trapeo con Clorinda los pisos de mi casa, sin llegar a ser ni los harapos de Cenicienta, sagradamente intento mantener el orden y limpieza de este antro, dejando los lugares de cuidado libres de mohos, gérmenes, hongos y demaces monstruos enemigos de las dueñas de casa y todo aquel que ose llamarse limpio.
Sólo que las hamburguesas se me pasaron… se me pasaron en fecha de todo. No las comí a tiempo, no las guardé en el refrigerador cuando debería haberlo hecho y como ya ven no las he sacado aun.
Y por lo mismo tengo miedo, todo el miedo del mundo. Sudo al pensar en que debo hacerme de valor y abrir la puerta del horno, mirar, oler, tocar… En el fondo enfrentarme a la cosa que sea que viva allá adentro. Una dramática sensación para una acción tan simple y cotidiana: tirar a la basura algo de tu propia creación.
Es el miedo a lo desconocido que encierra esa puerta, el arrepentimiento absoluto de haberme acobardado tanto, las ganas de que aquello desaparezca de esta casa sin que mis manos ni mi nariz deban intervenir en tan cruenta misión.
Un consejo joven aficionado a la cosa gourmet: Si no se lo va a comer, no lo guarde y punto. No suena filosófico ni metafórico, pero es mi lección.

lunes, 12 de julio de 2010

Cosas guardadas por mi nana Jaquelín


Tengo ganas de sentarme un rato en la pieza del fondo. Sentir la madera crujir de paredes y suelo, mirar hacia mi izquierda y pillarme con mi orfanato improvisado de muñecas, mirar hacia el frente y ver una vez más el escritorio que mi papá hizo para mi el cual estaba tan atestado de cosas que pocas veces ocupé. Si camino un paso más veré los rubios cabellos de Alexandra, Patricia (a quien le comí un pie y dejé coja) y Andrea (a quien un descuido de mi madre hizo que me comiera su mano y la dejara casi manca). Que ganas de tocar los rulos y rizos de Rizos Rulos, la rockera del grupo y pegar con scotch una vez más la cabeza de Erick, el novio de todas.
¿Qué será de la bolsa de títeres que mi madre escondió por todos los closet de la casa? ¿Dónde estará mi colección de tassos con los cuales jugaba a la escuelita? ¡¿Dónde sin querer abandoné al Machitas?!
Los recuerdos siempre quedan guardados en una pieza del fondo, mis muñecas, peluches y juegos de saloon, aunque físicamente quizás ya no existan, aun puedo tocarlas con la sensibilidad de mi memoria y seguro que con mucha suerte hoy pueda soñarlas y volver a jugar con ellas.
Aquí, en esta casa, la que es de mis padres, mis recuerdos de adolescencia se guardan lejos de lo cotidiano. Son pilas de fotos, cartas de amor, agendas, diarios de vidas y anuarios del colegio. Miles de cosas organizadas por fecha, hora, nivel de importancia y protagonismo en la acción. No quiero que se pierdan ni mojen, podrían serme de gran utilidad el día que sin querer me despierte sin memoria.
Creo que es ese el objetivo de mi pieza. Guardarme y cuidarme. Acogerme en momentos de intensa necesidad y recordarme quien soy.
Por eso, guardo mi llave cerca del bolsillo de mi pijama siempre, por la urgente necesidad, quien sabe, de esconderme en el closet una vez más.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Ideas Ridículas.


Asumida en mi condición de pedazo de vaca maquillada fracasada. Acostumbrada a no ser elegida por nadie ni nada, cansada con la monotonía de pasarme semanas completas intentándolo e intentándolo, creo que hoy he perdido las expectativas y ya no siento el dolor de guata.
Lo sentí con intensidad ese día lunes. Era extraño no sentir el arrepentimiento acostumbrado el día anterior, ni los nervios matutinos, ni la intranquilidad previa a la audición a sólo pasos de entrar y presentarme…
Quizás fui demasiado sincera y natural, dije cosas que no debía decir, oculté otras que era mejor hablar y leí con una extraña cuota de verdad el texto que me pasó Jorge sobre la drogadicta más famosa de mi adolescencia, Alicia. Resultado: la mejor audición que jamás había hecho. Evaluada con excelencia por el director, quien me eligió A MI de entre todas las otras concursantes (que a mi parecer eran bastante) para representar el rol principal en la obra que lleva haciendo con algo de éxito durante los último nueve años… Entonces, fue cuando demostré lo idiota que puedo llegar a ser. Para no contarlo… Cuando recibí el mail de la esperada respuesta cometí la estupidez de contestar apresuradamente una verborrea de imbecilidades imposible de repetir. Hasta el momento no me importaba, pero no pasaron más de cinco segundo desde que apreté el enter para que me bajara la locura y me retorciera del arrepentimiento en mi cama. Supe de inmediato que no había vuelta atrás y que a mi veinticuatro años de edad me di el lujo de rechazas la única oportunidad remunerada y segura por todo el año que me han ofrecido. Si, seguro, fue una decisión estúpida.
Aun así, creo que si de cierta forma me complicó al asunto y opté por echarlo todo a perder, es por que siento que muy dentro de mi la oportunidad que espero es otra, no se cual es y hasta puede sonar a capricho… pero este mes y medio en Santiago ha sido tan interesante que se que si sigo intentándolo un poco más, llegaré al lugar donde quiero estar y entenderé por que actué de la forma que lo hice en esta oportunidad.
Solo espero no haber trazado mi destino de una forma cruel. De cualquier forma, sea la opinión que me merezca el tema y toda la vergüenza que esto me produce, el asunto termina aquí y no lo volveré a comentar.

martes, 23 de marzo de 2010

Gracias, temblor.


La madrugada del 27 de febrero no fue un día casual para nadie. Todos recordamos donde estábamos y que estábamos haciendo el día del terremotazo del bicentenario.
Durante el año pasado me la pasé creando motivos e ideas para celebrar los doscientos años de historia de mi país, siempre con el asunto social metido en la cabeza, le di y le di hasta que encontré el sentido propicio a festejar. Y ahora ¿Qué podría celebrar? El mar se ha llevado buena parte de nuestra historia, ahogó casas y personas, ha sumergido recuerdos de infancia y juventud, helados, ferias artesanales, amores veraniegos y seguramente el local del Fabián en Pichilemu. A nadie le puede ser indiferente este tema aun, nadie puede decir que no le pasó nada con el terremoto, por que si bien, no se le cayeron las casas encima y no terminó con la vida de sus madreso hijos, por lo menos sufrieron la repentina muerte de su televisor plasma último modelo.
A mi la vida me cambió también. Sentí por un momento que nunca jamás en la vida volvería a ser feliz, miré mi casa porteña y conté en todas las paredes grietas nuevas y eso me remeció. Sentí una y otra vez el temblor interno, ese mismo que hoy me hace estar en casa de mis padres, como una niña otra vez, casi envuelta en sus sábanas, llorando y llorando por que nuevamente me asustan los ladrones de mis sueños. Si, a todos nos ha hecho cambiar el remesón, a mi me ha hecho volver a mi origen otra vez, a mi punto de partida, a mi despegue y de aquí quiero volver a encontrar un nuevo sentido para celebrar.
Estoy con la gente que amo: el Jose, mis tres padres, mis cuatro hermanas, mis dos sobrinas, mis primos, tíos, abuelos y los amigos de infancia. Ya no tengo miedo, ya no me asusta que la tierra vuelva a hablar, ni que el mar vuelva a bailar así.
Sea este o no lo que quería hacerme ver y sentir la naturaleza, creo que me gusta y quiero continuar. No hay mejor espacio en la vida que el que te espera siempre. No hay mejor lugar para mi en el mundo que este que voy a formar.

miércoles, 27 de enero de 2010

Pedazo de Vaca Maquillada


Siempre que paso por situaciones así, quedó pasándome el rollo. Las audiciones son momentos tan desagradables, por que me saco la chaqueta medio torpe y me tiritan las manos cuando apago el celular. Trato de hacerme la simpática, la voz me sale extraña, a pesar de haber realizado una breve preparación vocal, que ocurre que siento que quien habla no soy yo, como que mi cuerpo pide prestado la voz de otro que si tiene las agallas suficientes para pronunciar mi nombre, edad y número de contacto. Me siento como un pedazo de vaca fileteada a quien miran sus partes sin ningún respeto. Ni hablar de los pedazos de vaca que vi antes de entrar, la mayoría siempre regias, siempre con tacos, siempre con un peinado y maquillaje prolijo. Dentro, la voz prestada, se arme de valor e intenta hacerlo lo mejor que puede, hablándole como idiota a un ser que no existe y que vive detrás de la cámara. Al terminar me voy cabizbaja a tomar la micro, repasando una y otra vez las palabras que pronunció la voz prestada. Es inevitable, durante varios días me sigo pasando el rollo. Creo, que a pesar de todo, yo fui la escogida y practico en las calles, en los paraderos de micro, en el baño los textos que diré cuando finalmente grabe el asunto.
Me da vergüenza y no lo puedo evitar, trato de burlarla pero me sale tan mal todo cuando sólo debo ser yo.
Hoy por primera vez me sentí en casa en plena audición, sentí que los artificios no importaban., no me arrepentí de no haberme peinado prolija ni haber olvidado encrespar mis pestañas. No me arrepiento de nada y la voz que hablo fue la mía, sincera, clara y transparente. No me dio miedo decir que me avergonzaban los casting.
El destino es el destino y no se bien que pasará. Puede que nuevamente no me llamen y que todo esto no sea más que otro día de pasarme el rollo…
Sea como sea, estoy feliz.

domingo, 24 de enero de 2010

Apetitoso pastel de Rabia.


Ayer me sentí como Homero, de Los Simpson, cuando dentro de sus pasares le dieron el trabajo de crítico de Restauran y le dio por evaluar mal.
Este fin de semana se ha convertido en un alto en el tiempo para algunos porteños y visitantes de la zona, se celebran los carnavales culturales y dentro de los turistas que decidieron disfrutar de las fiestas se encontraba mi prima Paty y su novio Ale.
Todo muy bien el viernes, fuimos a Aníbal Pinto a un local llamado Barposeía, que a pesar de llevar años en el mismo lugar, jamás había entrado. Dentro se encontraban un par de amigos y mucha gente desconocida, estuvimos allí hasta las 3 o 4 de la madrugada y en el regreso a casa mi cuerpo sentía como el tequila lo poseía.
Qué manera de despertar mal al día después, amanecí con caña, estado, dentro de los estados, el más detestable.
La cosa es que Paty y Ale nos invitaron a almorzar al Mercado Cardonal de Valparaíso. El mercado de oferta era siempre el mismo: Reineta, Merluza, Congrio, con agregados, Machas a la Parmesana, Pastel de Jaiva, Chupe de Mariscos, blab, bla, bla. Finalmente decidimos por un local que se veía limpio, acogedor y apetitoso. Después de esperar un buen rato llegó una señora simpaticona, de rostro amable que nos favoreció las cartas y nos confesó algunas buenas verdades acerca de los mercados:
1.- Nunca pida mariscos crudos: Estos son embasados y congelados, por lo tanto no sabe si están en buen estado. Siempre deben estar cocidos.
2.- Nunca pida ni Congrio ni albacora: Son más costosos y por lo tanto la gente no suele pedirlos. Por ello suelen estar medios añejos cuando los sirven.
3.- Después de las tres de la tarde no pida agregado de Puré: Está helado y sabe a rayos.
4.- Jamás de los jamases pida papas fritas: Son envasadas. Se descongelan y congelan y por lo tanto pierden sus propiedades.

Ok. Ella fue simpática, amble y verdadera. Yo, como ex garzona, me sacaba el sombrero por su atención. Finalmente Paty y Ale pidieron pastel de jaiba, Jose Reineta con dos agregados y yo un empanada de queso de entraita y de fondo arroz con bistec, nada muy marino.
Cuarenta y cinco minutos después llegó mi empanada, chorreante en queso y en aceite. Una hora después los otros pedidos, que no podía comer sus comensales por que la garzona, ya no muy simpática, sólo había llevado un juego de servicios. Los chicos improvisaron y mientras Jose atinaba con un cuchillo, los otros dos se repartían el tenedor y la cuchara. Mientras, yo miraba.
Cinco minutos después llegó mi pedido y bueno que puedo decir, todo podía ser peor: tanto el arroz como la carne estaban heladas, el tomate que me llevaron era del antinatural color del tomate (verde) y por si fuera poco la carne no estaba cocida. Super! me dije yo, la segunda vez en menos de dos semanas. Pedí que me prepararan otro plato, que por supuesto no hicieron y finalmente cancelé el pedido. A esta altura, ya odiaba a la hija de puta de la garzona. Me quedé cagá de hambre durante todo el resto del día. Por lo tanto, al dolor de cabeza, se le sumaba el dolor de guata, que complejidad!

Me considero sibarita. Me gustan las comidas fusiones, los bares con onda, los tragos ricos, las buenas atenciones. Me gusta pagar por lo que consumo e irme con una sonrisota en mi cara y mi guatita contenta. Este no fue el caso. Y creo que los empresarios de restorán no deberían confundir barato con mal trato.

Sólo eviten ir a ese lugar.

martes, 19 de enero de 2010

No quiero volver a ese Sitio.

Quedan tres días. Dos noches ahora y mi cabello aun posee restos de la laca de hoy, el pelo me ha quedado pegajoso, son los momentos en que más lamento que nos cortaran el agua… Dos noches y los nervios no llegan, ni la ansiedad, ni el stress propio de los días antes de estreno, como lo era antes, cuando solo era una estudiante preocupada de mi calificación versus la del resto. Estos cinco meses han sido extraños y me he sentido como nunca en terreno de nadie. Durante meses mastiqué el oficio, me cuestioné día a día la razón de por qué seguía asistiendo a ensayos si no se me movía ni un pelo por el proyecto… ¿Dónde queda mi opinión? ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Qué queremos decir con ello? ¡¡¡A dónde me meto mi actor de acción social!!!...
Tanto cuestionamiento para llegar a dos noche de estrenar…son dos noches y ya!
Creo sentirme tranquila. Creo haber aprendido cosas. Creo que quiero seguir por mi lado. Creo que no volveré a hacer esto. Creo que ineludiblemente volveré a cuestionarme otros proyectos y volveré a decir: Nunca más, nunca más, por favor, nunca más…
Pero eso es tan mentira…

lunes, 18 de enero de 2010

Santiago apesta a las seis.


Llegué al paradero sin luz del Diego Portales a eso de las 18:27 hrs., cualquier persona con dos dedos de frente se daría cuenta que tomar locomoción colectiva, sea micro o metro, a esa hora es una verdadera locura, osadía apta solo para verdaderos valientes o esforzados trabajadores sin auto. Debo aclarar que no pertenezco a ningún de los dos grupos y de llegar a ser integrante activo de alguno sería del segundo, pero bueno, que se la va a hacer, por ahora solo soy cesante. Me encuentro frente a el letrero que señala las paradas de micro, a mi alrededor varia gente, a oscura, mirando en dirección plaza Italia, esperando por una con asientos disponibles. Entre esos, claro, yo. Llegó la 401, esa creo dice en el anunciado “recorrido Maipú- Las Condes”. Bueno me subí, se me nota quizás la cordialidad de región, porque saludé al chofer, bueno, es una actitud que siempre practico, aunque la mayoría de las veces me quedo sin contestación. La micro, sin ir más lejos, estaba llena, repleta, explosiva y hedionda. Y por no tener actitud de ganadora me quedé acorralada en el peor de los espacios, al ladito del motor, recibiendo aire caliente, cuando no podía más del calor. Entre otros personajes, había uno sentado en su silla personal, un caballero golpeando a la gente con la punta del maletín y un tipo guapo hablando con una chica de estilo oficinista, sobre Sam Chepard. Las primeras dos cuadras todo bien, pero llagando a Ahumada o algo se tomaron todos que los volvió furiosos o realmente las seis de la tarde es una hora de transfiguración animal. La cosa fue así: todos sabemos por antonomasia, seamos o no seamos habitante de la capital, que Ahumada es el lugar más visitado por la gente, foco de millones de empleos y el lugar preferido de los asaltantes, por lo tanto, era obvio que el bus si o si abriría sus puertas ahí, pero, verdaderamente, comprensión y comunicación son unas de las palabras del diccionario que a esa hora de la tarde olvidan los transeúntes, ya que no se realmente que fue lo primero: o la cara de mala onda del chofer o la epidemia de sordera que contagió a los señores usuarios de la locomoción colectiva en el mismo momento. Reconozco don chofer que usted tenía razón, bastaba solo con una vez, pero van los mal genios hijos de puta y nos sabotean a timbrazos los oídos y la moral y no solo una vez, dos , tres, veinte, ¡cien veces!
Algunas buenas verdades que vociferó a todo tarro el chofer en aquel placentero viaje:
Chofer: ¿Alguien le puede decir al apurado de atrás que paro solo en paraderos autorizados? (Esto no es mentira, la mayoría lo hace, acción que se transforma en una de las veintiúnicas medidas respetadas por los “conductores” en relación a las promesas expuestas por Iván Zamorano en los reclames de propaganda del Transantiago en el año 2007)
Gente: (Mutis)
Chofer: ¡Si escucho hombre, me basta con una vez! (respondiendo a la constancia excesiva de los pasajeros que dale y dale tocando el timbre)
Gente: (Mutis)
Chofer: ¡Claro, si piensan que las personas somos tontas! ¡Que no escuchamos! Si veinte quieren bajar… ¡los veinte pelotudos tocan el timbre! (Esto se lo dijo a una vieja, perdón señora, que estaba parada al lado de él, a modo de confidencia, pero la verdad es que nos los confeso a todos, a gritos se expresaba el tipo, ya lloraba creo yo)
Señora (Perdón, vieja): … (Aquí tengo la duda, o no le respondió la muy pesada, o lo dijo bien bajito o simplemente ignoró al chofer de pura vergüenza ajena)
Gente: (mutis)
La situación me tenía tensa, yo estaba con el chofer de todas maneras, es que la contaminación acústica en esta ciudad es bien jodida, que los bocinazos, que la vieja vendiendo parches curitas a la salida del metro, que el otro que obliga a la gente con auto a estacionarse, que el lolito en la micro escuchando rap a todo chancho sin las más mínima conciencia social, que los locales comerciales, sobre todo de ropa juvenil, degenerando tus oídos con el reggeton a todo chancho, (bueno eso no está tan mal, pero imagínense todas las tiendas de todos lados a puro reggeton, sin ponerse de acuerdo siquiera en colocar el mismo CD, para por último escuchar en armonía solo uno, ¡No! En una pura calle tienes la gama completa de los últimos hits del momento y ah de aquel que no le agrada tal movimiento musical, se puede dar por muerto antes de llegar a la esquina). Creo con eso es demasiado para que más encima te psicoseen a timbrazos. Yo me apiadé del señor chofer, a mi me pasó solo esa vez pero él, pobre, aguantando la misma tontera día tras día a toda hora, de verdad es admirable que el hombre no haya agarrado a balazos a los pasajeros en general a modo de venganza y autocompasión. Estoy segura que a todos nos puede pasar, digo, el completo colapso.
Ya pronto a bajarme, me dije “bueno, no alimentaré el odio de este pobre viejo, seré discreta y respetuosa y tocaré solo una vez, si es que claro, antes alguien no se me adelanta”. Así lo hice, delicadamente dirigí mi índice hacia la superficie elevada que indica con su color anaranjado que es el timbre y lo presioné solo una y basta prudente vez.
Quizás con esto que diré voy a pecar de ingenua, pero haya sido la hora, el día, el colapso nervioso o la epidemia de sordera circulante en la micro, pero algo provocó lo imposible. Fui cauta, lo juro, respetuosa y juiciosa. Pero el muy conchesumadre viejo culiao del chofer no me paró en mi paradero y fui a bajarme dos paraderos después. ¡A mí! Quien fui lo más piola de esa micro, ¡A mi me tenía que pasar! ¡A mí! De haber sabido antes el desenlace, hubiese bombardeado a timbrazos al viejo ese sin importarme la conciencia social, mis políticas de respeto y toda esa verborrea de argumentos conservadores y apasionados que circularon en el momento para compadecer al conchesumadre ese. ¡Pero que rabia ho!.
Bien, la próxima vez que me suba a una micro y lo vea, ya tengo bien claro lo que tengo que hacer y por sobre todo a donde a los conductores de la locomoción colectiva les aprieta la paciencia.