miércoles, 27 de enero de 2010

Pedazo de Vaca Maquillada


Siempre que paso por situaciones así, quedó pasándome el rollo. Las audiciones son momentos tan desagradables, por que me saco la chaqueta medio torpe y me tiritan las manos cuando apago el celular. Trato de hacerme la simpática, la voz me sale extraña, a pesar de haber realizado una breve preparación vocal, que ocurre que siento que quien habla no soy yo, como que mi cuerpo pide prestado la voz de otro que si tiene las agallas suficientes para pronunciar mi nombre, edad y número de contacto. Me siento como un pedazo de vaca fileteada a quien miran sus partes sin ningún respeto. Ni hablar de los pedazos de vaca que vi antes de entrar, la mayoría siempre regias, siempre con tacos, siempre con un peinado y maquillaje prolijo. Dentro, la voz prestada, se arme de valor e intenta hacerlo lo mejor que puede, hablándole como idiota a un ser que no existe y que vive detrás de la cámara. Al terminar me voy cabizbaja a tomar la micro, repasando una y otra vez las palabras que pronunció la voz prestada. Es inevitable, durante varios días me sigo pasando el rollo. Creo, que a pesar de todo, yo fui la escogida y practico en las calles, en los paraderos de micro, en el baño los textos que diré cuando finalmente grabe el asunto.
Me da vergüenza y no lo puedo evitar, trato de burlarla pero me sale tan mal todo cuando sólo debo ser yo.
Hoy por primera vez me sentí en casa en plena audición, sentí que los artificios no importaban., no me arrepentí de no haberme peinado prolija ni haber olvidado encrespar mis pestañas. No me arrepiento de nada y la voz que hablo fue la mía, sincera, clara y transparente. No me dio miedo decir que me avergonzaban los casting.
El destino es el destino y no se bien que pasará. Puede que nuevamente no me llamen y que todo esto no sea más que otro día de pasarme el rollo…
Sea como sea, estoy feliz.

domingo, 24 de enero de 2010

Apetitoso pastel de Rabia.


Ayer me sentí como Homero, de Los Simpson, cuando dentro de sus pasares le dieron el trabajo de crítico de Restauran y le dio por evaluar mal.
Este fin de semana se ha convertido en un alto en el tiempo para algunos porteños y visitantes de la zona, se celebran los carnavales culturales y dentro de los turistas que decidieron disfrutar de las fiestas se encontraba mi prima Paty y su novio Ale.
Todo muy bien el viernes, fuimos a Aníbal Pinto a un local llamado Barposeía, que a pesar de llevar años en el mismo lugar, jamás había entrado. Dentro se encontraban un par de amigos y mucha gente desconocida, estuvimos allí hasta las 3 o 4 de la madrugada y en el regreso a casa mi cuerpo sentía como el tequila lo poseía.
Qué manera de despertar mal al día después, amanecí con caña, estado, dentro de los estados, el más detestable.
La cosa es que Paty y Ale nos invitaron a almorzar al Mercado Cardonal de Valparaíso. El mercado de oferta era siempre el mismo: Reineta, Merluza, Congrio, con agregados, Machas a la Parmesana, Pastel de Jaiva, Chupe de Mariscos, blab, bla, bla. Finalmente decidimos por un local que se veía limpio, acogedor y apetitoso. Después de esperar un buen rato llegó una señora simpaticona, de rostro amable que nos favoreció las cartas y nos confesó algunas buenas verdades acerca de los mercados:
1.- Nunca pida mariscos crudos: Estos son embasados y congelados, por lo tanto no sabe si están en buen estado. Siempre deben estar cocidos.
2.- Nunca pida ni Congrio ni albacora: Son más costosos y por lo tanto la gente no suele pedirlos. Por ello suelen estar medios añejos cuando los sirven.
3.- Después de las tres de la tarde no pida agregado de Puré: Está helado y sabe a rayos.
4.- Jamás de los jamases pida papas fritas: Son envasadas. Se descongelan y congelan y por lo tanto pierden sus propiedades.

Ok. Ella fue simpática, amble y verdadera. Yo, como ex garzona, me sacaba el sombrero por su atención. Finalmente Paty y Ale pidieron pastel de jaiba, Jose Reineta con dos agregados y yo un empanada de queso de entraita y de fondo arroz con bistec, nada muy marino.
Cuarenta y cinco minutos después llegó mi empanada, chorreante en queso y en aceite. Una hora después los otros pedidos, que no podía comer sus comensales por que la garzona, ya no muy simpática, sólo había llevado un juego de servicios. Los chicos improvisaron y mientras Jose atinaba con un cuchillo, los otros dos se repartían el tenedor y la cuchara. Mientras, yo miraba.
Cinco minutos después llegó mi pedido y bueno que puedo decir, todo podía ser peor: tanto el arroz como la carne estaban heladas, el tomate que me llevaron era del antinatural color del tomate (verde) y por si fuera poco la carne no estaba cocida. Super! me dije yo, la segunda vez en menos de dos semanas. Pedí que me prepararan otro plato, que por supuesto no hicieron y finalmente cancelé el pedido. A esta altura, ya odiaba a la hija de puta de la garzona. Me quedé cagá de hambre durante todo el resto del día. Por lo tanto, al dolor de cabeza, se le sumaba el dolor de guata, que complejidad!

Me considero sibarita. Me gustan las comidas fusiones, los bares con onda, los tragos ricos, las buenas atenciones. Me gusta pagar por lo que consumo e irme con una sonrisota en mi cara y mi guatita contenta. Este no fue el caso. Y creo que los empresarios de restorán no deberían confundir barato con mal trato.

Sólo eviten ir a ese lugar.

martes, 19 de enero de 2010

No quiero volver a ese Sitio.

Quedan tres días. Dos noches ahora y mi cabello aun posee restos de la laca de hoy, el pelo me ha quedado pegajoso, son los momentos en que más lamento que nos cortaran el agua… Dos noches y los nervios no llegan, ni la ansiedad, ni el stress propio de los días antes de estreno, como lo era antes, cuando solo era una estudiante preocupada de mi calificación versus la del resto. Estos cinco meses han sido extraños y me he sentido como nunca en terreno de nadie. Durante meses mastiqué el oficio, me cuestioné día a día la razón de por qué seguía asistiendo a ensayos si no se me movía ni un pelo por el proyecto… ¿Dónde queda mi opinión? ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Qué queremos decir con ello? ¡¡¡A dónde me meto mi actor de acción social!!!...
Tanto cuestionamiento para llegar a dos noche de estrenar…son dos noches y ya!
Creo sentirme tranquila. Creo haber aprendido cosas. Creo que quiero seguir por mi lado. Creo que no volveré a hacer esto. Creo que ineludiblemente volveré a cuestionarme otros proyectos y volveré a decir: Nunca más, nunca más, por favor, nunca más…
Pero eso es tan mentira…

lunes, 18 de enero de 2010

Santiago apesta a las seis.


Llegué al paradero sin luz del Diego Portales a eso de las 18:27 hrs., cualquier persona con dos dedos de frente se daría cuenta que tomar locomoción colectiva, sea micro o metro, a esa hora es una verdadera locura, osadía apta solo para verdaderos valientes o esforzados trabajadores sin auto. Debo aclarar que no pertenezco a ningún de los dos grupos y de llegar a ser integrante activo de alguno sería del segundo, pero bueno, que se la va a hacer, por ahora solo soy cesante. Me encuentro frente a el letrero que señala las paradas de micro, a mi alrededor varia gente, a oscura, mirando en dirección plaza Italia, esperando por una con asientos disponibles. Entre esos, claro, yo. Llegó la 401, esa creo dice en el anunciado “recorrido Maipú- Las Condes”. Bueno me subí, se me nota quizás la cordialidad de región, porque saludé al chofer, bueno, es una actitud que siempre practico, aunque la mayoría de las veces me quedo sin contestación. La micro, sin ir más lejos, estaba llena, repleta, explosiva y hedionda. Y por no tener actitud de ganadora me quedé acorralada en el peor de los espacios, al ladito del motor, recibiendo aire caliente, cuando no podía más del calor. Entre otros personajes, había uno sentado en su silla personal, un caballero golpeando a la gente con la punta del maletín y un tipo guapo hablando con una chica de estilo oficinista, sobre Sam Chepard. Las primeras dos cuadras todo bien, pero llagando a Ahumada o algo se tomaron todos que los volvió furiosos o realmente las seis de la tarde es una hora de transfiguración animal. La cosa fue así: todos sabemos por antonomasia, seamos o no seamos habitante de la capital, que Ahumada es el lugar más visitado por la gente, foco de millones de empleos y el lugar preferido de los asaltantes, por lo tanto, era obvio que el bus si o si abriría sus puertas ahí, pero, verdaderamente, comprensión y comunicación son unas de las palabras del diccionario que a esa hora de la tarde olvidan los transeúntes, ya que no se realmente que fue lo primero: o la cara de mala onda del chofer o la epidemia de sordera que contagió a los señores usuarios de la locomoción colectiva en el mismo momento. Reconozco don chofer que usted tenía razón, bastaba solo con una vez, pero van los mal genios hijos de puta y nos sabotean a timbrazos los oídos y la moral y no solo una vez, dos , tres, veinte, ¡cien veces!
Algunas buenas verdades que vociferó a todo tarro el chofer en aquel placentero viaje:
Chofer: ¿Alguien le puede decir al apurado de atrás que paro solo en paraderos autorizados? (Esto no es mentira, la mayoría lo hace, acción que se transforma en una de las veintiúnicas medidas respetadas por los “conductores” en relación a las promesas expuestas por Iván Zamorano en los reclames de propaganda del Transantiago en el año 2007)
Gente: (Mutis)
Chofer: ¡Si escucho hombre, me basta con una vez! (respondiendo a la constancia excesiva de los pasajeros que dale y dale tocando el timbre)
Gente: (Mutis)
Chofer: ¡Claro, si piensan que las personas somos tontas! ¡Que no escuchamos! Si veinte quieren bajar… ¡los veinte pelotudos tocan el timbre! (Esto se lo dijo a una vieja, perdón señora, que estaba parada al lado de él, a modo de confidencia, pero la verdad es que nos los confeso a todos, a gritos se expresaba el tipo, ya lloraba creo yo)
Señora (Perdón, vieja): … (Aquí tengo la duda, o no le respondió la muy pesada, o lo dijo bien bajito o simplemente ignoró al chofer de pura vergüenza ajena)
Gente: (mutis)
La situación me tenía tensa, yo estaba con el chofer de todas maneras, es que la contaminación acústica en esta ciudad es bien jodida, que los bocinazos, que la vieja vendiendo parches curitas a la salida del metro, que el otro que obliga a la gente con auto a estacionarse, que el lolito en la micro escuchando rap a todo chancho sin las más mínima conciencia social, que los locales comerciales, sobre todo de ropa juvenil, degenerando tus oídos con el reggeton a todo chancho, (bueno eso no está tan mal, pero imagínense todas las tiendas de todos lados a puro reggeton, sin ponerse de acuerdo siquiera en colocar el mismo CD, para por último escuchar en armonía solo uno, ¡No! En una pura calle tienes la gama completa de los últimos hits del momento y ah de aquel que no le agrada tal movimiento musical, se puede dar por muerto antes de llegar a la esquina). Creo con eso es demasiado para que más encima te psicoseen a timbrazos. Yo me apiadé del señor chofer, a mi me pasó solo esa vez pero él, pobre, aguantando la misma tontera día tras día a toda hora, de verdad es admirable que el hombre no haya agarrado a balazos a los pasajeros en general a modo de venganza y autocompasión. Estoy segura que a todos nos puede pasar, digo, el completo colapso.
Ya pronto a bajarme, me dije “bueno, no alimentaré el odio de este pobre viejo, seré discreta y respetuosa y tocaré solo una vez, si es que claro, antes alguien no se me adelanta”. Así lo hice, delicadamente dirigí mi índice hacia la superficie elevada que indica con su color anaranjado que es el timbre y lo presioné solo una y basta prudente vez.
Quizás con esto que diré voy a pecar de ingenua, pero haya sido la hora, el día, el colapso nervioso o la epidemia de sordera circulante en la micro, pero algo provocó lo imposible. Fui cauta, lo juro, respetuosa y juiciosa. Pero el muy conchesumadre viejo culiao del chofer no me paró en mi paradero y fui a bajarme dos paraderos después. ¡A mí! Quien fui lo más piola de esa micro, ¡A mi me tenía que pasar! ¡A mí! De haber sabido antes el desenlace, hubiese bombardeado a timbrazos al viejo ese sin importarme la conciencia social, mis políticas de respeto y toda esa verborrea de argumentos conservadores y apasionados que circularon en el momento para compadecer al conchesumadre ese. ¡Pero que rabia ho!.
Bien, la próxima vez que me suba a una micro y lo vea, ya tengo bien claro lo que tengo que hacer y por sobre todo a donde a los conductores de la locomoción colectiva les aprieta la paciencia.