La madrugada del 27 de febrero no fue un día casual para nadie. Todos recordamos donde estábamos y que estábamos haciendo el día del terremotazo del bicentenario.
Durante el año pasado me la pasé creando motivos e ideas para celebrar los doscientos años de historia de mi país, siempre con el asunto social metido en la cabeza, le di y le di hasta que encontré el sentido propicio a festejar. Y ahora ¿Qué podría celebrar? El mar se ha llevado buena parte de nuestra historia, ahogó casas y personas, ha sumergido recuerdos de infancia y juventud, helados, ferias artesanales, amores veraniegos y seguramente el local del Fabián en Pichilemu. A nadie le puede ser indiferente este tema aun, nadie puede decir que no le pasó nada con el terremoto, por que si bien, no se le cayeron las casas encima y no terminó con la vida de sus madreso hijos, por lo menos sufrieron la repentina muerte de su televisor plasma último modelo.
A mi la vida me cambió también. Sentí por un momento que nunca jamás en la vida volvería a ser feliz, miré mi casa porteña y conté en todas las paredes grietas nuevas y eso me remeció. Sentí una y otra vez el temblor interno, ese mismo que hoy me hace estar en casa de mis padres, como una niña otra vez, casi envuelta en sus sábanas, llorando y llorando por que nuevamente me asustan los ladrones de mis sueños. Si, a todos nos ha hecho cambiar el remesón, a mi me ha hecho volver a mi origen otra vez, a mi punto de partida, a mi despegue y de aquí quiero volver a encontrar un nuevo sentido para celebrar.
Estoy con la gente que amo: el Jose, mis tres padres, mis cuatro hermanas, mis dos sobrinas, mis primos, tíos, abuelos y los amigos de infancia. Ya no tengo miedo, ya no me asusta que la tierra vuelva a hablar, ni que el mar vuelva a bailar así.
Sea este o no lo que quería hacerme ver y sentir la naturaleza, creo que me gusta y quiero continuar. No hay mejor espacio en la vida que el que te espera siempre. No hay mejor lugar para mi en el mundo que este que voy a formar.
Durante el año pasado me la pasé creando motivos e ideas para celebrar los doscientos años de historia de mi país, siempre con el asunto social metido en la cabeza, le di y le di hasta que encontré el sentido propicio a festejar. Y ahora ¿Qué podría celebrar? El mar se ha llevado buena parte de nuestra historia, ahogó casas y personas, ha sumergido recuerdos de infancia y juventud, helados, ferias artesanales, amores veraniegos y seguramente el local del Fabián en Pichilemu. A nadie le puede ser indiferente este tema aun, nadie puede decir que no le pasó nada con el terremoto, por que si bien, no se le cayeron las casas encima y no terminó con la vida de sus madreso hijos, por lo menos sufrieron la repentina muerte de su televisor plasma último modelo.
A mi la vida me cambió también. Sentí por un momento que nunca jamás en la vida volvería a ser feliz, miré mi casa porteña y conté en todas las paredes grietas nuevas y eso me remeció. Sentí una y otra vez el temblor interno, ese mismo que hoy me hace estar en casa de mis padres, como una niña otra vez, casi envuelta en sus sábanas, llorando y llorando por que nuevamente me asustan los ladrones de mis sueños. Si, a todos nos ha hecho cambiar el remesón, a mi me ha hecho volver a mi origen otra vez, a mi punto de partida, a mi despegue y de aquí quiero volver a encontrar un nuevo sentido para celebrar.
Estoy con la gente que amo: el Jose, mis tres padres, mis cuatro hermanas, mis dos sobrinas, mis primos, tíos, abuelos y los amigos de infancia. Ya no tengo miedo, ya no me asusta que la tierra vuelva a hablar, ni que el mar vuelva a bailar así.
Sea este o no lo que quería hacerme ver y sentir la naturaleza, creo que me gusta y quiero continuar. No hay mejor espacio en la vida que el que te espera siempre. No hay mejor lugar para mi en el mundo que este que voy a formar.
Reina, un fuerte abrazo. NO tengo más palabras. Ahora estoy seguro: eres una persona fuerte.
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